lunes, 24 de junio de 2013

Ante la pérdida de un ser querido

Este fue un fin de semana con noticias tristes. En la Ceiba, Honduras, dos familias muy queridas de nuestra iglesia tienen que pasar por la dolorosa experiencia de ver a uno de sus miembros partir de este mundo. La familia Haylock-Echeverria, pierden a un hijo, Ian Haylock, de forma trágica. ¡Una gran tragedia! Nuestra hna. Yolanda de Fúnez, pasa el inmenso dolor de la muerte de su apreciada madre; y acá en Cleveland, nuestra querida hermana Margarita Flores y su familia, sufren al saber que la mamá de ella ha fallecido luego de días difíciles de enfermedad, y ellos ni siquiera pueden estar cerca. Todo eso sumado a que hace pocos días otras hermanas de la iglesia pasaron la misma pena con un primo de ellas, que murió acá, y debieron enviar su cuerpo a sus hijos y esposa que recibieron en un féretro al padre que habían esperado tanto tiempo, y digo esto no de forma insensible, sino con todo el respeto que se merece. Es imposible no reaccionar, no sentir dolor, no conmocionarse. Como digo siempre, no importa las veces que escuchemos de ella o la veamos de cerca, la muerte siempre nos sorprende, nos asusta, nos estremece. Es que no fuimos hechos para morir. Dios creó al hombre para que viviera eternamente, Jesús promete vida y vida en abundancia; pero mientras vivamos en este mundo donde el pecado se introdujo y se estableció como dominante de la raza humana, tendremos que seguirnos enfrentado al episodio más doloroso, penoso e ingrato para asimilar: la muerte.
¿Qué he estado pensando? Lo que pensamos siempre en momentos como este, pero que tan rápido olvidamos, y nunca está de mas que lo volvamos a recordar.
Primero: que la muerte siempre me sacude. Esto a pesar de que la experiencia no me es ajena, pues desde muy niña tuve que apurar esa hiel, y de la manera más cruel, la muerte de mis padres. Debe ser porque tengo un Padre amoroso y además mi Creador que, como dice Salomón en Eclesiastés, “Ha puesto eternidad en nuestro corazón”. (Ecle.3)
Segundo: que aprovechemos la vida para estar en unidad y fraternidad con nuestros seres amados, que no desperdiciemos oportunidad para decirles y demostrarles lo mucho que les amamos.
Tercero: la muerte sorprende. Y aunque la declaración está trillada, en nuestras mentes y corazones no lo pareciera, pues no tenemos urgencia a veces de vivir cada día de nuestras vidas en plena comunión con nuestro Dios…. por si nos llega la sorpresa.
Cuarto: que recuerdo lo que mi abuela (o no sé si era una de mis tías, ya la memoria no retiene tanto) decía: “para todo hay remedio, menos para la muerte”, y luego que vi a mis padres fallecer no quise creer en eso, sino en esto: ¡Para todo hay remedio, hasta para la muerte! Sí, porque en realidad hay remedio para la muerte, Jesús dijo: “el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá” (Juan 11:25). Y yo lo creo, lo vivo y es mi esperanza. 
Finalmente, que esa hermosa promesa le veré cumplida cuando Cristo regrese a esta tierra por segunda vez, por eso cada día se fortalece en mí la convicción de que este mundo no es mi hogar, que anhelo fervientemente el regreso de nuestro Salvador, quiero gritar: ¡Sí ven Señor Jesús! Anhelo esos cielos nuevos y tierra nueva donde “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni dolor, ni clamor”. (Apoc.21:4)
Oro para que en este momento de dolor, Dios cobije a estas apreciadas familias con sus brazos amorosos y les de la paz que solo Él puede dar. Vivo y me sostengo en la bienaventurada promesa del retorno de nuestro Jesús. Y escribo esto para proclamar y dar testimonio de esa esperanza, tal como se nos ha sido encomendado hacer mientras aguardamos por nuestra redención

domingo, 18 de noviembre de 2012

La Parábola del hombre asaltado

Seguramente has leído alguna que otra parábola en la Biblia, las más conocidas están en los evangelios. Por ejemplo: la de la oveja perdida, la del hijo pródigo, la del sembrador, entre otras. A mí me gusta mucho la parábola del hombre asaltado. ¿La has leído? Si eres de los que acostumbras a leer tu Biblia probablemente te extrañes al no recordarla tan fácilmente, pero ya te vendrá a la mente. Esta se encuentra en el evangelio de Lucas (10:30-37). Estoy segura que muchos la han leído o al menos escuchado sobre ella, solo que, con otro nombre: La parábola del buen samaritano. Oh! claro, es esa misma. Hay algo interesante que sucede con ciertos relatos bíblicos (este es uno de ellos), generalmente se les da un título y nos llegamos a identificar tanto con ese encabezado que solemos pasar por alto los diferentes detalles del relato que traen consigo mensajes tan significativos.


Siendo que el título aplicado a esta parábola es la del buen samaritano, nuestro primer pensamiento se dirige a este generoso hombre que estuvo dispuesto a ayudar sin reservas a un desconocido. Su obra de caridad resalta al tomar en cuenta que personas consideradas "muy religiosas" habían notado la misma necesidad y no estuvieron dispuestas a ayudar. Al leer los versículos donde Lucas registra este relato, encontramos varios personajes: un hombre viajero, unos ladrones, un sacerdote, un levita, un samaritano, un mesonero. ¡Por lo que puedes ver hay más de una persona involucrada! Podemos aprender algo de cada una.

No sé si a ti te gusta más ser el samaritano, o el mesonero, eso es algo muy digno. Sin embargo, estoy segura que en algún momento de tu vida hemos sido el hombre asaltado, talvez lo seamos en este momento. En el camino de la vida todos somos caminantes, llevamos nuestros sueños, metas, proyectos, deseos. Pero el ladrón está ahí, asechando sigilosamente nuestro andar para dar su golpe en el momento justo. Jesús lo anunció: "El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir..." (Juan 10:10)  Aquel pobre hombre fue atacado, despojado, herido, abandonado cuando ya faltaba muy poco para que muriese.  Para ser honesta, creo que en nuestro mundo somos más los asaltados que los samaritanos. ¿Has recibido acaso el ataque de Satanás, el ladrón?  Su objetivo no es solo despojarte de cosas materiales, él se se lleva todo. Nos roba, la alegría, la paz, el amor, la seguridad. Despoja los hogares, hiere a los hijos, golpea nuestro cuerpo y nuestra salud y finalmente nos abandona a la desesperanza. ¿Te has llegado a sentir así, casi muerto justo a la orilla del camino que con tanta ilusión habías planeado cruzar?

Talvez esta parte no es la más triste.  Nada da más ilusión a una persona que agoniza sola, que ver a otra acercarse. Oh! cómo revive la esperanza. Entonces con la última fuerza hacemos nuestro pedido de auxilio, a veces solo logramos emitir un doloroso y casi inaudible quejido.  Entonces es cuando recibimos un nuevo golpe, casi mortal, el de la indiferencia.  Mayor aun el dolor pues viene de quienes más creíamos nos podrían ayudar.  A este punto, nada mejor que morir para no mas sufrir.  ¡Alto! Es cierto, el ladrón hizo su trabajo, y nadie te socorrió, pero, para dicha de nosotros, casi moribundos por tantas heridas, el buen samaritano, Cristo Jesús, siempre está ahí.  En el momento más crítico, Él llega, te ve y siente misericordia. Se te acerca, venda y suaviza tus heridas, te carga, te lleva al mesón, te cuida, y provee sus bendiciones para que tengas sanidad y recuperación completa. ¡Aleluya!

Por eso me encanta pensar en esta parábola, como la parábola del hombre asaltado.  Porque si he sido atacada por Satanás, el ladrón de la vida, mi Cristo, mi buen samaritano, rescata del hoyo mi vida y me da nuevas esperanzas. Lo mismo puede hacer por ti, no importa las dolorosas circunstancias que estés afrontando, tirado al lado del camino casi sin aliento para seguir viviendo, no te rindas, quiero decirte que ahí mismo, solo un poquito después de haber visto pasar de lejos a otros que nada te ofrecieron, el buen samaritano llega. Jesús se acerca. Jesús te ve. Jesús te levanta y te dice: Si el ladrón vino, para hurtarte, matarte y destruirte, no temas, "...Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia."

A este punto siento el ardiente deseo de darle otro nombre a la parábola. Ya no más la parábola del hombre asaltado, sino la párábola del hombre rescatado.  Así me siento y espero que tú también.


miércoles, 11 de abril de 2012

BENDICE A UNO

"Y respondiendo el Rey les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a UNO de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis." Mateo 25:40

Un tema que es ampliamente tratado en libros, revistas, artículos, y otros, es el de la motivación personal. La abundante literatura motivacional de nuestra época enseña a soñar y lograr en grande.  Conceptos como "Tú Puedes", "Desarrolla todo el potencial que hay en ti", "Nada es imposible", "Tu lugar está arriba", y otros más, permean páginas y páginas de material dedicado al tema de alcanzar el éxito en lo que te propongas. No es mi intención hacer una crítica al tema o a sus exponentes, sin embargo, y de una manera muy personal, tengo mis propias reservas con todo este tipo de filosofía que circula por ahí.  Si no tenemos la perspectiva correcta podríamos desviarnos fácilmente en busca de una utopía o hasta de una tontería.  Por eso tengo parámetros muy específicos sobre qué leer o qué no referente a este tema.  Pero bien, independientemente de mis recelos, estoy consciente que casi a todos - digo casi para no generalizar y dar la opción a alguna remota persona que nunca lo ha imaginado - se nos ha pasado por la mente vivir, como dicen por ahí, nuestros cinco minutos de gloria; cantar en un estadio abarrotado, publicar un libro que se convirtió en best-seller, o alcanzar una posición destacada en tu país o en tu organización. 
Servidores
La Palabra de Dios dice que los cristianos somos servidores.  No importa en qué área del ministerio lo uses, cantando, predicando, cocinando, enseñando, decorando u hospedando, siempre estás sirviendo.  ¿Cuál es el peligro? Que desarrollemos ese sentimiento de "soñando en grande" y ahora limitemos nuestro servicio solo a las ocasiones en que podríamos salir bien reconocidas.  Tal vez estemos actuando inconscientemente, pero nuestra mente puede confundirse con eso  que suena como: "espera tu gran oportunidad para dar mejor servicio".  ¡Peligro!   Si cantas, puedes sentir que no es necesario animar un pequeño culto y esperar el momento cuando tenemos más asistencia.  Si te gusta compartir las enseñanzas de la Biblia, prefieres hacerlo ante un grupo hermoso de interesados que tomar tiempo talvez con un niño que visita solo la iglesia.  No quiero sonar crítica, solamente llevarles a reflexionar sobre algo que sucede a veces en nosotros de manera muy sutil, y puede convertirse en un tremendo obstáculo para disfrutar realmente del gozo resultante de servir a Dios.

Jesús sirvió a uno
Jesús es nuestro mayor ejemplo. A pesar que las multitudes lo seguían, y que siempre que quisiera podía tener un vasto auditorio a su disposición, siempre tuvo tiempo y ocasión para ministrar en el silencio y en el anonimato.  Algunas de los más sublimes mensajes fueron para un público de una sola persona.  ¿Recuerdas Juan 3:16, donde en un solo texto puedes comprender el plan de salvación para tu vida? Pues bien estas palabras se le dirigieron única y exclusivamente a ese hombre que buscó a Jesús de noche.  A Nicodemo.
El mejor servicio que podemos dar, probablemente será a una persona en particular, ayudaremos a uno, llamaremos a uno, tocaremos a uno y bendeciremos a uno. Cuando estamos dispuestos a esto, Dios hace maravillas en tu vida y en la de aquellos con quienes entras en contacto.  Una maravillosa experiencia confirmó esta verdad en mi vida, trayendo a la vez una mayor perspectiva al servicio que ahora puedo dar a Dios y a su pueblo. 

Compartiendo con uno
Estaba recién llegada al nuevo lugar de trabajo de mi esposo. A los pocos días se realizó una reunión ministerial donde fui invitada.  Se me dio una amable bienvenida y, mi benévola anfitriona, dio a conocer al grupo que yo era la esposa del nuevo departamental, por lo que estaba segura que yo era muy buena para dar seminarios, predicaciones, etc.   (¿Imaginan eso verdad?, si el esposo predica, la esposa también, si el esposo es bueno en esto otro la esposa también, ¿porqué pensarán así?).  Terminada la reunión, y ante semejante propaganda, no faltó una que otra que me pidiera llegar por su iglesia y dirigir una reunión cuando me fuese posible, lo cual me puso muy nerviosa.  Una de ellas fue más enfática, me dijo que para la siguiente semana tendría una "hermosa" reunión del Ministerio de la Mujer, que en su iglesia este era un ministerio muy activo y que necesitaba que yo fuese y les diese la meditación principal para ese día.  Algunas que escucharon afirmaron que ahí las reuniones eran buenísimas y que la iglesia siempre se llenaba de mujeres.  Bueno, la expectativa era grande y yo por supuesto, más nerviosa aún.  Dudé un poco antes de aceptar, pero la insistencia fue mayor. Finalmente acordamos encontrarnos en la iglesia en cuestión el siguiente jueves.
Pensando en el tipo de audiencia que tendría me preparé con mucho esmero.  El día llegó y yo partí puntualmente a la cita.  La primera cosa desconcertante que noté al llegar es que la iglesia estaba cerrada y todas sus luces apagadas.  Esperé en el automóvil unos minutos. Ya estaba pensando que me había equivocado, ya sea de hora o de lugar, cuando vi llegar otro vehículo y a la esposa del pastor que me había invitado, bajar de él, junto a otra hermana. Rápidamente empezaron a abrir la iglesia y a encender las luces.   La iglesia era muy grande.  Me invitaron a pasar y ellas se dedicaron a poner algunas cosas en orden. 
Me preocupó que casi era hora de iniciar y prácticamente éramos solo nosotras tres.  Luego llegó la hermana Directora del Ministerio de la Mujer.  Cuando llegaron dos hermanas más, la esposa del pastor dijo que íbamos a empezar.  Yo estaba algo confundida porque no era "exactamente" lo que me habían planteado. Sin embargo, no hice ninguna pregunta ni comentario.  En mi corazón me preguntaba si iba a presentar el tema o no,  o qué sería lo mejor hacer.  Después de unos cantos entraron otras personas.  En total estábamos siete personas, incluidas la esposa del pastor, la directora del Ministerio de la Mujer y yo.   Oré mucho y le pedí a Dios sabiduría sobre lo que debía hacer o decir.  Finalmente decidí que siempre iba a dar el tema preparado pero de manera más personal, como una conversación con las personas ahí presentes.  El tema se dio.  Bien, pensé, ya terminé, fue difícil pero ya ha pasado.  Una de las hermanas se paró a dirigir el último canto.  En ese momento una de las asistentes, de las que habían entrado de último, pidió la palabra.  Su testimonio me dejó sin palabras y con un gran sentido de agradecimiento a Dios por haberme usado.  Ella había sido miembro de la iglesia y por diversas circunstancias se había alejado.  Había estado viviendo circunstancias tan difíciles que estaba llegando a la conclusión que no valía la pena vivir.  Ese día salió sin rumbo, mejor dicho, quería salir de su casa para no regresar.  Sus pasos la llevaron por la calle de la iglesia y entró por impulso.  Ahora, dijo, siento que he nacido de nuevo.  Acá mismo hago mi pacto de volver a Dios y a su iglesia.  Yo no tenía palabras.  Realmente no sé qué pasó ese día, nunca pregunté. No sé si siempre llegaban pocas o hubo algo especial. Lo que sí tengo seguridad es que Dios preparó ese momento y ese mensaje especial para una sola persona. Yo llegué pensando en una congregación, casi me desvío al ver solo a unas pocas hermanas, pero gracias doy a Dios que me guió, y ahí una persona pudo ser bendecida. 
Recuerdan este hermoso canto: "Nunca esperes el momento de una grande acción, ni que lejos pueda ir tu luz, de la vida a los pequeños actos da atención, brilla en el sitio donde estés" ¿Qué servicio tienes que dar hoy? Servir una comida, hacer una llamada, entregar una revista, visitar un enfermo, dictar un seminario o simplemente dar una sonrisa, no lo sé.  No importan las circunstancias, no dejes de hacerlo porque hoy puedes "Bendecir a uno".  

miércoles, 28 de marzo de 2012

REVERDECER

"Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; Retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua reverdecerá, y hará copa como planta nueva" Job 14:7-9


Estamos frente a un versículo que desafía las leyes naturales, la razón y la ciencia La ley de la naturaleza indica que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Lo aprendimos en la escuela. Pero la Escritura habla de un árbol muerto que vuelve a vivir. No de un árbol semiseco o muriendo, es uno hecho polvo. Esta planta, se afirma, reverdecerá con el agua.

¿Has visto un árbol que haya sido cortado, que su raíz está envejecida y todo su tronco está totalmente desmoronado hasta el mismo polvo? Coincidirás conmigo que es difícil creer que pueda revivir, tener nuevas ramas, hojas, frutos.  He visto milagros del agua en la vegetación. Campos y jardines áridos, con una buena lluvia, son renovados. El pasto café se vuelve verde, hay nuevas hojas y flores que se abren gozándose del refrescante regalo venido del cielo. Recientemente viví la experiencia del cambio de estación de invierno a primavera. Parecía casi imposible que de ese raquítico conjunto de ramas secas - porque no puedo decir árbol - pudiese nuevamente surgir un planta frondosa y llena de flores. Pero pasó justamente frente a mi casa y ante mis propios ojos. Ahora hay un árbol muy lozano, cubierto de hojas con un maravilloso color. 

Este es una bendición de la naturaleza que Dios creó. Pero el versículo no habla de campos áridos o árboles secos, habla de una planta muerta, hecha polvo, en otras palabras ha llegado a su fin. Sin duda que verla reverdecer es todo un milagro, pero posible, ¿no es acaso esto realmente maravilloso?  

Lo más maravilloso de todo es que la Palabra del Señor no está ahí solo para mostrarnos su poder en medio de la vida vegetal, no, Él está haciendo una promesa para que se cumpla en tu en nuestras propias vidas. Tu vida espiritual, física y aún material puede experimentar esta lastimera condición de envejecimiento y muerte.  ¿A qué punto de aridez, destrucción o ruina has llegado? ¿Piensas que los efectos desintegradores del pecado han hecho tan profunda huella en tu vida que no tienes esperanza de una vida mejor?  Destruidas por el enemigo de las almas, más aún, muertas, víctimas del desierto que este mundo significa ¿Podrá cumplirse esta promesa en nosotros?

Tan cierto como el que todo ser vivo tiene un ciclo, es igualmente real que no importan las circunstancias en que nos encontremos, cuán bajo hayamos caído o cuánto nos alejamos, hay esperanza en el Agua de la Vida, hay esperanza en Jesús. La Biblia nos afirma, aún de ese árbol ya hecho polvo, hay esperanza. Sí, hay esperanza para ti y para mí; de una vida mejor, de un mundo mejor, esperanza de eterna salvación.  Cristo te dice: “más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Juan 4:14)

Ven hoy a Cristo, bebe de esa fuente y tu vida reverdecerá.

lunes, 19 de marzo de 2012

¡A la una, a las dos, a las tres... y a las cuatro!


"Y dijo el viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala….Él entonces respondiendo, le dijo: Señor déjala todavía esta año…". Lucas 13:7,8


Se preguntarán si el título está errado porque todos recordamos, desde nuestra más temprana infancia, no importando cuál fuese el caso, que nos contaban a la una, a las dos y a las tres.  Podía ser un juego para averiguar quién era la mejor corredora, o algo tan serio como la voz imperiosa de mamá urgiéndonos a obedecerle.  Todas sabíamos que el tres era definitivo.
Ahora, es maravilloso darse cuenta cuán diferente es Cristo del ser humano. Él cuenta diferente. La parábola de la higuera estéril nos enseña que su misericordia va más allá de los estándares humanos. Revisemos Lucas 13:7-10: Un hombre tiene plantada una higuera en su viña, por tres años ha buscado fruto sin encontrar (¿se dieron cuenta? ¡uno, dos y tres!);  entonces llega la sentencia: ¡córtala!; pero aparece el viñador, lleno de misericordia pide un tiempo más (o sea, hasta cuatro), un año más trabajándola, abonándola, un chance más para evitar su destrucción y darle la oportunidad de fructificar. 
La parábola finalmente no dice si la higuera llegó a dar fruto. Su instrucción,  más que enfatizar la capacidad de ésta, destaca la nobleza del Señor de la viña al desistir de cortarla, y la longanimidad del viñador al ofrecer trabajar más tiempo en esa planta.
¿Has pensado que en tu vida ya te contaron una, dos y tres? ¿Imaginas que tus oportunidades se agotaron y no hay más esperanza? Te tengo buenas noticias, Cristo Jesús, el viñador celestial, siempre pide al Padre una nueva oportunidad para esas higueras aparentemente sin esperanza. Él desea trabajar de nuevo contigo, regarte con su gracia, te abonará con su Palabra, cavará a tu alrededor con su gran amor. Aún puedes ser esa preciosa planta que Dios anhela ver en ti.  Siempre he meditado que el hecho de decir hasta cuatro no significa precisamente eso, cuatro; sino que Dios continuamente va más allá de lo que el ser humano piensa. Él hoy te está ofreciendo exactamente eso. Tienes un nuevo día, deja que Jesús trabaje hoy en tu vida, aprovecha que, ¡Él te está contando hasta cuatro! 

Con Pluma y Plumero

No sé muy bien cómo fue, pero me considero una total ama de casa. Me encanta serlo. Lo disfruto. Me gusta cuidar yo misma de mi hogar, mi esposo, mis hijos. Hacer las compras de casa, ordenar, cocinar, lavar,  y hasta planchar - tarea considerada ingrata y nada apreciable por lo que he escuchado de muchas - me siento bien con todo eso, y si tan solo a ello me dedicara, estaría muy, pero muy feliz. Pero les decía que no sabía muy bien cómo fue, porque de niña no era la más "hacendosa" que digamos. Antes bien dedicaba más tiempo a estudiar para tener buenas notas (me encantaba tener buenas notas) y pasaba buen tiempo leyendo o en las actividades de mi iglesia. Pero en asuntos domésticos, muy poco. Ahora que lo pienso mejor, creo que la razón fue que me casé. ¡Eureka! Sí, suena  algo chistoso, el hecho es que después de tan memorable ocasión me sentí totalmente comprometida a mi hogar y esto fue aún mayor cuando llegaron mis hijos. Muchos años después, puedo decir que todavía no me he aburrido, me siento muy bien, sigo disfrutándolo, tanto así que estuve trabajando tiempo completo durante unos años y, ¡cuánto disfrutaba esos días que no tenía que ir a la oficina y podía quedarme en casa haciendo mis oficios!!! Pero bien, para plumero ya está bueno. ¿Y la pluma? Bueno ese es mi pasatiempo, mi "hobby", es un gusto que cargo desde pequeña, cuando a manera de diario llenaba y llenaba cuadernos, solo para botarlos o romperlos después. El asunto es que me siento bien escribiendo, me da ese placentero sentimiento de interna satisfacción. Nunca he tratado de hacerlo de manera profesional - aunque para dicha mía uno que otro de mis artículos han llegado a ser publicados en revistas de mi iglesia - solamente es por el gusto de escribir. Y ahora se añade el gozo de compartir. Para ello, Internet es el medio perfecto. Con todo lo que va y viene a través de la web, pues no creo que sea saturar el crear un blog más y poder compartir pensamientos, mensajes devocionales, experiencias de vida, motivos de oración y todo aquello que sea para "la buena edificación" de quienes puedan leerlo. Y si tu paso por acá resulta en una bendición para tu vida, el propósito ha sido logrado y mi gozo ha sido cumplido. ¡Que Dios sea contigo!